Recientemente, ha sido tendencia un titular que verdaderamente me avergüenza y que espero que ningún colega se vea envuelto nuevamente en una situación similar: “Dos abogadas protagonizan tremenda pelea en los pasillos del Palacio de Justicia Ciudad Nueva”. Este lamentable episodio no solo refleja un deterioro social, sino también un deterioro profesional que afecta la imagen de la abogacía.
La decadencia social en la que vivimos actualmente no solo se está generando y visualizando en los ciudadanos de a pie, sino también en los profesionales. Este hecho en particular, donde vemos abogados envueltos en situaciones de violencia e irrespetando la solemnidad de la justicia, debe llamar más nuestra atención. El abogado está llamado a ser un ente social de paz y equilibrio, un digno representante de la justicia.
Los abogados representamos dos de las cosas que más valora el ser humano: su libertad y patrimonio. Es comprensible que los debates en la representación de estos intereses puedan ser acalorados. Sin embargo, es imperativo que, tanto dentro como fuera del salón de audiencia, respetemos no solo al abogado de la contraparte, sino también a los jueces, fiscales y a nuestros propios representados, así como a los de la barra adversa.
Es urgente promover y recordar los mandamientos del abogado, creados por el gran jurista uruguayo Eduardo Juan Couture Etcheverry. En momentos donde se desvirtúan las conductas y se ignoran los principios, en una sociedad donde sus ciudadanos solo tienen oído para escuchar halagos y no críticas, debemos promover la tolerancia, la libertad, la misericordia y el amor.
Hoy es un momento oportuno para reflexionar sobre el mandamiento IX de Couture, titulado “Olvida”, que nos recuerda:
“La abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras llenando tu alma de rencor, llegaría un día en que la vida sería imposible para ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.”
Este enunciado resalta la naturaleza intensa y emocional de la profesión legal, describiéndola como una “lucha de pasiones”. Nos advierte que si permitimos que el rencor se acumule con cada conflicto o caso, eventualmente, esto hará que la vida sea insoportable. Por lo tanto, nos aconseja dejar atrás tanto las victorias como las derrotas una vez que el combate ha concluido, sugiriendo la importancia de no aferrarse a los resultados y mantener la paz interior para llevar una vida equilibrada y saludable.
Este incidente es una clara llamada de atención para todos nosotros, los profesionales del derecho. Debemos recordar que nuestra profesión no solo se trata de ganar o perder casos, sino de mantener la integridad, la ética y la dignidad en todas nuestras acciones. La violencia y el rompimiento con los principios éticos no sumarán ni aportarán a nuestra carrera ni al éxito de nuestros procesos.
La abogacía, más que una profesión, es una vocación de servicio a la justicia. Es fundamental que volvamos a los principios básicos que guían nuestra práctica: la búsqueda de la verdad, la defensa de la justicia y el respeto a la dignidad humana. Debemos esforzarnos por ser modelos de conducta y referentes de integridad en una sociedad que cada vez más necesita ejemplos positivos.
Abogados, colegas, evitemos denigrar más nuestra profesión. Recordemos que nuestra responsabilidad va más allá de los tribunales y se extiende a toda la sociedad. Mantengamos la calma, el respeto y la profesionalidad en cada situación, y promovamos una cultura de paz y justicia.
Nuestro propósito es crear una relación cliente-abogado que sea beneficiosa para ambas partes, bajo el principio de ganar-ganar. Y en todo momento, debemos esforzarnos por mantener la paz interior, el equilibrio y la salud emocional, tanto en nuestra vida profesional como personal.